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131. Miramar del Valle

Irina Garcés

 

—Camina, camina, fíjate por donde vas, ¡coño Ginebra!, no sabes hacer nada bien—gritó la mujer de tacones verde.

 

Miramar del Valle, el lugar de ensueño para contraer nupcias, un lugar de encanto, cubierto con una hectárea de árboles de olivo, una hacienda blanca de dos pisos con puertas de madera y piso de marfil, ideal para el vino, las aceitunas, paella y sexo. ¿Qué más podía pedir Cata luna De Grijalva?, probablemente un Gin and Tonic para quitarse la sed del sol de mayo.

—¡Mírala!, después de que su vestido blanco apuradamente le cubre, se hace la muy sedienta pidiendo un Gin —sarcásticamente y con copa en mano replicó Marlene.

Ginebra la miro y se río, estaba cansada del drama de siempre, así que prefirió irse a la cocina: Tomó de la repisa la botella de aceite de oliva Picual cosecha selecta, y sirvió un poco en el arroz amarillo de la sartén.

—Veo que no has olvidado las tardes de julio, y que la familia Toral sigue en tu cocina—mirando la botella de aceite de oliva.

Ginebra reconoció esa voz ronca, consecuencia del humo del tabaco. ¡Sexy don juan!, propietario de la mezcalería de Oaxaca “Pájaro azul”, de bigote bien peinado y cabello rizado, guayabera blanca y jeans, con copa de vino blanco en mano y sombrero café, ahí estaba él.

—Que milagro que estés en Úbeda, tan lejos de tu tierra tricolor, acá no tenemos mezcal —respondió Ginebra, mientras movía sus caderas al ritmo del bossa-nova jazz.

—Aunque usted y yo ya no estemos juntos, Pío sigue siendo mi mejor amigo, aparte soy el padrino y usted la madrina, ¿no es así?, y obvio traje mezcal.

—Vaya, vaya, algunas cosas se olvidan, otras regresan rogando pidiendo que no fuesen olvidadas.

—Veo que mis clases de cocina y de aceite siguen presentes, ¿olvidaste a martini?

—¿Tu gato o la bebida?

—Ambos. Aunque, en esta villa hay un par de aceitunas deliciosas, aquí están los árboles, puedo prepararte uno seco, o húmedo, tú dirás, que tan húmedo o seco quieres que te deje… El martini.

—¡No empieces! —Ginebra lo empuja y vierte otro poco de aceite en la sartén.

—A mí no me puedes descuidar ni 2 segundos querida Gin, ven, te ayudo —poniendo un poco de vino blanco de su copa al sartén.

—¡Oliver!, no juegues, ¿vino blanco?, esa es tu súper aportación.

—Espera a que lo pruebes.

Oliver se acercó a Ginebra, sujetó su cintura para guiarla en la paella, ella sabía lo que él hacía, sin embargo no le importó, después de todo ansiaba verlo, su relación no duro por la distancia, ¿España y México?, algo que no supieron manejar bien y en lo que ninguno quiso ceder, ella directora de marketing del centro de Olivar y Aceite, él con un negocio por dirigir. Sin embargo y a pesar del tiempo, de las muchas botellas de aceite y mezcal, ahí estaban una vez más, 24 de agosto y a ninguno de los dos le importaba otra cosa más que humedecer sus labios en paella y vino. Se trataba de una boda pequeña, un fin de semana disfrutando de oleoturismo, museo del aceite de úbeda, catas y uno que otro taller de cocina. Para Ginebra y Oliver era difícil estar a solo unos escasos metros, sobre todo porque los únicos solteros eran ellos, Martín y Marlene. Cuando intentaban estar a solas uno de ellos los interrumpía; Marlene odiaba a Cata Luna, por ser rica y comprometerse con Dante, su mejor amigo. Martín estaba loco por Cata Luna, su mejor amiga, una cita doble que no salió nada bien, sin duda Marlene y Martín vivirían arrepentidos por haberlos juntado, quien diría que el tiro les saldría a ellos por la culata y al final se quedarían bailando solos, sin mejores amigos y sin pareja, ese par esa inseparable, pero como dicen: “Cuando te ven como el amigo y te ponen esa etiqueta, es difícil salir de ahí”. Marlene es mi mejor amiga, así que la comprendo perfectamente, Martín es un buen hombre, el que toda mamá amaría para esposo de su hija, pero el que toda mujer termina dejando como el mejor amigo. Dante no está mal, mejor que Martín, pero menos guapo que Oliver, al menos para mí, quizás porque no es mi tipo, aunque Marlene lo ve irresistible, Cata Luna se ha convertido en una gran amiga, es mi jefa, así que debo encargarme de su boda, de su despedida de soltera y de su luna de miel, toda su familia me ha acogido como un miembro más, después de todo me conocen desde las prácticas de trabajo de la uni.

—¿Cansada de tanto drama? — se sentó a su lado Oliver y prendió un puro.

—Un libro siempre es mejor que las peleas entre Martina y Martín

—Pensé que Martín estaba loco por Cata Luna, después de todo siempre ha estado ahí para ella, recogiendo y enmendando todo, jalando los hilos, aunque los hilos lo jalaron a él.

—No están juntos, solo la trajo para darle celos a Cata Luna —cerró su libro y se recargó en el hombro de Oliver

—Y al parecer está funcionando, míralos.

Cata Luna, Martín y Martina estaban en la terraza, eran las doce del día, tiempo de la merienda previa a la comida, un poco de mezcal tobalá y carnes frías para abrir el apetito, aunque parecía que Luna iba a abrir algo más que eso… Interrumpió a Martín en pleno beso, ¿por qué lo hacía?, solo es su amigo…

Gin de mi corazón, no vine a hablar de los demás, quiero hablar de ti —deja el puro en el cenicero y se acerca a ella.

—Tienes más pecas en el rostro Roto —Ginebra cruza la pierna y toma un sorbo de mezcal

—Si ya me llamaste “Roto”, tenemos un avance, ¿recuerdas la canción que bailábamos?

—No.

Oliver se paró de la banca, tomo la mano de Ginebra y comenzó a bailar de forma suave, ella quitó su sombrero y se recargó en él, en su mente sonó The nearness of you de Bill Charlap.

—No me encanta “esto”. Camina, camina, fíjate por donde vas, ¡coño Ginebra!, no sabes hacer nada bien —gritó.

 

Oliver se quedó de pie, fumando su puro. Pensó en ir tras Ginebra, pero sus pies no se movieron.

 

Ginebra entró a la casa enojada, dejo el libro en la mesita de centro y fue a la cocina, saco de la gaveta un tequilero y tomó dos shots.

—Ten, no es limón, pero parece que tú lo necesitas más que yo —Ginebra exprimió la naranja en su lengua.

Dante tomó otro tequilero y se quedó de pie junto a Ginebra.

—Qué bien que Roto trajo una caja de tequila. Me pidió que te dejara esta botella a ti, supongo que algunas costumbres no se olvidan —mirando la botella de tequila.

—¿Y Cata Luna?

—Con Martín, malentendidos entre él y Martina. Te veo en la terraza, la comida ya está lista.

 

Oliver entro a la casa, su aroma a puro y almizcle rodeaba la sala.

—Olvidaste tu sombrero —alzando la ceja tupida

—Gracias por el tequila —rodeando sus brazos en su cuello.

—Gracias a ti por el aceite de oliva, será de gran ayuda en el restaurante.

—¿Te quedarás para el oleoturismo?

—No me lo perdería.

 

 

El saxofonista llegó a la hacienda, los Grijalva aman una buena comida acompañada de música, el catering se hizo presente, y entre flores, luces y vino, no pude disfrutar muy bien de la comida, pero, Oliver estuvo conmigo en todo momento, sabía lo que buscaba, él también, probablemente los demás también, los árboles de olivo lucían preciosos con las series de luz cálida, el vino estaba exquisito, todo iba marchando bien, mi vestido lila acababa de llegar, solo me preocupaba el aire, agosto y el clima ya no es lo que era antes, un día llueve, al siguiente hace un calor estilo verano. Oliver aguardaba por mí y yo por él, un paso a la vez me repetía en la mente, pero entre el mezcal, la pasta, el vino y el tequila todo se torna confuso. ¿Él y yo?, por supuesto que sí, esta vez iba a dar el salto y sé que él también estaba dispuesto a hacerlo, lo vencí en el póquer, pero el Roto lo hizo en el jenga. Un fin de semana de muchas idas y venidas, drama familiar, secretos y reencuentros. En mi mente solo sonaba “Qué vendrá” de Zaz. Habíamos pedido comida china para cenar y la galleta de la fortuna me arrojó: “El amor de tu vida está más cerca de lo que crees”, al Roto le había salido: “No esperas a un tercer encuentro”, no creo mucho en lo que te sale en una galleta, pero no era algo muy distante a lo que estaba viviendo.

Terminamos la cena y los novios se fueron a dormir, cada uno en un cuarto, como dicta la costumbre Grijalva.

—Mañana es el gran día —recogiendo los vasos

—Me dijo Cata que tu vuelo sale al día siguiente.

—No puedo dejar la mezcalería, debo ir y aprobar el nuevo etiquetado, se viene diciembre y haremos una campaña para promocionar el mezcal.

—No te pedí explicaciones —tomando un sorbo de vino

Gin no quiero y no deseo irme como la otra vez—sujetándola de las manos

—Nadie te lo pide Roto —apartándose de él

—¿Entonces? —hincándose frente a ella. —¡Casémonos!

—Como si fuera tan fácil, pero supongo que podemos… Intentarlo y ver si esta vez funciona. No quiero dejar mi país, pero llevo muchos años aquí…

—Necesito a un CMO, jamás te pediría que dejarás de lado tu trabajo, sé cuanto lo amas, pero no puedo mudarme y no quiero que sacrifiques lo que amas.

—No lo amo, me llena, pero no al 100—sujetándolo del cuello, lo besa.

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