
90. Campo de olivares
Mi nombre es Alba me hallo postrada en una cama del hospital de Santa Mónica en terapia intensiva, llevo el tiempo suficiente para que los médicos ya no me visiten, cuando lo hacen balbucean entre dientes está en coma a causa de un traumatismo severo de cráneo , lo que ellos no saben es que a pesar de que no pueda hablar ni tampoco ver los escucho nítidamente, distingo cuál es la voz de Rosa mi enfermera nocturna, ella es una persona muy alegre canta las mañanitas de San Juan, hace chistes y es muy cariñosa, también distingo la voz de Raúl que la suplanta por la mañana, ellos son muy buenos conmigo, siempre me acarician la cabeza dándome palabras de aliento, mi médico de cabecera el doctor Claus, le dijo a Rosa esta mañana que esta situación no se revertirá y si existiera una posibilidad es muy difícil que recupere toda mi motricidad, solo un milagro puede sacarme de aquí, por lo que deduzco, llevo mucho tiempo en este estado aproximadamente un año, no lo sé nadie me visita, mi madre tiene mucho trabajo, la terrible enfermedad de mi padre a sus ochenta y ocho años, la obliga a dedicarle tiempo completo, no lo puede descuidar ni un momento, él no recuerda nada actual, solo posee memoria remota, se olvida de tomar la leche, apagar el gas, cerrar la puerta todas esas cosas que son básicas para una persona, al no estar presentes pueden ocasionar deterioros como también una tragedia, no es fácil encontrar un cuidador que se ajuste a la situación de papá, y a tantos kilómetros no le es posible visitarme periódicamente, mamá cuando me llama siempre le pide a Rosa poner el altavoz.
Mi vida anterior al accidente no es de mi agrado precisarla, salía con un muchacho completamente nocivo, no tengo intención de mencionarlo y seguramente sea la razón de mi estancia en este lugar, mis malas decisiones junto con la velocidad en la que él acostumbraba a andar en su motocicleta, era una perfecta y mala combinación, lo único que recuerdo es a él tendiéndome su mano diciéndome subí.
Cuando uno se encuentra en esta instancia se pregunta muchas cosas y yo también lo hice ¿si cambiaría algo?, sí lo haría dado que no estaría aquí postrada, correría por los campos, si pudiera volver el tiempo atrás miraría a las motocicletas de lejos ni siquiera intentaría subirme a ellas.
Si fuera algún punto de mi historia viajaría a mi infancia, en forma introspectiva regresaría al pasado, nací en una provincia con bellas montañas y lagos profundos con un destacado color turquesa, en una casa sencilla techo a dos aguas su aroma fragante a madera de álamo, con una salamandra en medio de la sala, dos habitaciones pequeñas pero confortables, un gran ventanal para disfrutar el paisaje, a mis padres les ofrecieron un trabajo de caseros en un campo de olivares, el cual aceptaron, y así toda la familia nos mudamos allí, por las mañanas caminábamos por el mismo, lo hacíamos entre los árboles acariciando sus troncos deslizando los dedos por las grietas tenían esta particularidad al igual que el grosor, sus hojas perennes de un verde oscuro que al voltearlas denotan un tono plateado, esas cosas que no nos explicamos su existencia, sutil e imperceptible una bella obra de pinceladas discontinuas colmadas en una paleta de colores brillantes, ocres metalizados combinados con el sol matutino todo pensado a la perfección.
Los días de viento blanden sus frutos y un aove magnifico es una poesía para nuestros campos, el proceso de las aceitunas, durante los meses de Diciembre y Enero la agitación llega a los olivares los famosos vareadores, ese es el momento más esperado por los niños, el vareo consiste en sacudir las ramas para que caigan, al verlos todos salíamos corriendo dábamos vuelta entre ellos, en ese momento no existía el tiempo la edad, era una verdadera fiesta de padres e hijos entre risas y diversión donde ayudábamos a recolectar los olivos para llevar a las almazaras, hacíamos competencias respecto a la cantidad y la rapidez con que lo hacíamos, luego y con el tiempo los métodos de recolección fueron cambiando y lo hacíamos manualmente una por una para evitar que se dañen, los mismos que se conservan en algunos lugares ofreciendo calidad y distinción al producto.
En ellas clasifican los frutos, se eligen aquellas que han alcanzado su mayor tamaño, pero justo antes de que empiecen a cambiar su color al madurar, se limpian lavan y pesan para el momento de la molturación, más tarde se muelen liberando una parte líquida para poder extraer una pasta y el óleo, ¡Umm la pasta de aceituna! qué delicia lo que daría por volver a sentir esa sensación esparcirse en mis pupilas, todo esto se somete a un proceso centrífugo.
El aceite vuelve a las almazaras allí pierde parte de los aromas y gana otros dulces y agradables, el aceite de oliva extra virgen es el mejor , debe ser el más puro posible, tanto su aroma como su sabor son perfectos, los aceites de oliva siguen en realidad el mismo proceso, solo que el extra virgen tiene niveles de acidez más altos, de primera extracción en frío, es decir un zumo extraído a temperaturas inferiores de los veinte siete grados, cuanto menor sea su temperatura mejor su calidad y una acidez que no supere a los cero, ocho grados , cuanto más bajo mejor. Yo estaba allí detrás de los cristales, anotando en mi libreta de campo como suelen llamar cuando uno realiza una investigación importante anotando, recabando minuciosamente toda información sobre mis queridos olivos desde retoños hasta su desarrollo, contemplando la belleza del proceso.
En la cena mamá nos deleitaba con el delicioso pan mojado en aceite de oliva, un sabor único que ansiaba nuestro paladar, una costumbre implementada en los viñedos con un rico vino de sabor frutal o un entrometido cabernet, el mismo deshaciéndose en la boca.
Se escucha un ruido en la puerta aroma a lirios aquellos que ves en las películas esparcirse por la tierra hasta cubrir todo el paisaje que espera una bonita foto recordatoria, no era propio del hospital una voz que rompe en el silencio, qué alegría ¡era mamá! besó mi cabeza dulcemente como siempre lo hacía, me acompañó toda la tarde me leyó mi libro favorito, “Como agua para chocolate” solía quedarme en las noches bajo la luz de una vela leyendo hasta que el amanecer me sorprendía, mamá se levantaba muy temprano para alistarse en el trabajo pero me mimaba de todas formas preparándome un tazón de chocolate con tostadas untadas con manteca y miel, charlábamos sobre la trama aquellos dos jóvenes locamente enamorados que deben separarse por la decisión de la madre de ella, quería que la joven se quede a cuidarla en su vejez esas costumbres de épocas remotas, ella toma la cocina como consuelo según su estado de ánimo elabora los platos, estos recibían el efecto de sus emociones y como broche final el enorme y largo sufrimiento por amor, una gran novela de Laura Esquivel, lo había leído muchas veces, mamá me decía si no me cansaba de hacerlo, no lo hacía mientras suspiraba con la trama de amor, lo añoraba puesto que cuando terminaba volvía a empezar una y otra vez .
Se quedaría algunos días eso me dijo mientras me peinaba, debía regresar a cuidar a papá no lo podía dejar solo con su Alzheimer, antes de irse sentí sus dedos deslizarse por mis labios, ese sabor lo reconocía.
Al irse mis lágrimas comenzaron a caer sin parar, estaba confundida no podía abrirlos, me temblaban los parpados, la luz de la ventana me quemaba, sentía ardor, luego de tanto tiempo, no sentía las piernas solo un hormigueo en los dedos del pie , mi cadera estaba tiesa, y mis manos salían del entumecimiento con movimientos torpes, disociados, trataba de fregar mis ojos pero no lograba hacerlo, quería al menos balbucear el nombre de la enfermera, quizás sea la medicación que me habían puesto, intenté levantarme pero no pude. Rosa trataba de bajar la persiana gritando ¡los médicos por favor! Estos no venían, dio vueltas en la habitación, trataba de asistirme e impedir que me mueva tanto, tomó una decisión, salió al pasillo gritando de un extremo a otro ¡Despertó! ¡Un médico por favor! ¡Ha despertado del coma!
Pasó un año luego de ese acontecimiento, hice una larga rehabilitación alrededor de seis meses, lo que me permitió recuperar la motricidad total de mi pierna derecha, y parcialmente la izquierda por lo que debo usar bastón, mis costillas soldaron y el traumatismo después de varias intervenciones quirúrgicas sanó, volví a casa después de mucho tiempo, cuando la vida te da una segunda oportunidad a disfrutar la verdadera esencia con la que se construyen nuestras vidas, los pequeños y buenos momentos, los olores aquellos únicos e inigualables que marcan un día, un evento, los sabores que nos distinguen, a mi querido campo de olivares para volver a escribir una nueva historia.