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29. La familia

Zinnia

 

Desde que tengo uso de razón siempre he vivido en la misma casa junto a la misma gente, tal y como llevaban durante generaciones haciendo mis antepasados o eso creía yo. Toda mi familia se dedicaba a la olivicultura, para eso vivíamos para podar y abonar.
Un día mientras estaba leyendo en el hall de la casa, oí a dos empleados de la finca hablar de lo afortunado que había sido el señor Antonio. Para que entendáis os tengo que explicar que el señor del que hablan es mi abuelo y a lo que se refieren pues no lo sabía por aquel entonces ahora si lo sé.
Resulta que mi abuelo siempre había sido jornalero durante su juventud, desde una edad muy temprana se puso a trabajar en el campo de sol a sol, pues como no era señorito sino hijo de criada, no le quedaba otra que deslomarse hasta el siguiente amanecer, si quería llevarse al menos un mendrugo de pan a la boca. Pero algo iba a suceder que revertería esta situación.
Una mañana como otra cualquiera de trabajo en verano podando olivos, porque para quien no lo sepa, el verano es la mejor época para hacer una poda limpia. Entonces empiezan a oírse gritos de la casona grande, era la viuda de Don Antonio que decía que su marido estaba muerto, a la vez que las criadas lloraban al unísono, en ese momento mi abuelo solo pensó en que se iban a quedar sin trabajo su madre y él, pues el señor no tenía descendencia, y aparecería algún familiar del señor para hacerse con el control y los echaría a todos, por eso lo mejor era irse de allí cuanto antes a buscar trabajo a otra finca antes de que hubiese más despidos.
Pero cuando llegó junto a su madre, esta también estaba llorando, algo que le parecía muy raro, pues a él le parecía que su madre no era bien tratada en la casa, por lo que al preguntarle que le pasaba la mujer le conto, que el que había muerto era su padre, que nadie podía enterarse pues la señora tenía mucho poder, tanto como maldad guardaba en su interior y era mejor irse, pero que si quería despedirse de su progenitor, podían esperar unos días a que se organizase el sepelio y luego ya partirían .
Las exequias duraron dos días, debido a que se veló el cuerpo con sus familiares más próximos, todos los que pudieron acudieron cual aves de rapiña, para ver a quien le caería el trozo más grande el pastel.
Por un lado, estaba el hermano pequeño del difunto, el cual alardeaba entre los empleados de venir de una saga familiar de grandes empresarios y que sabía distinguir entre las variedades de aceituna que se cultivaban, pero ni tal cosa.
Por otro lado, estaba el sobrino, hijo del hermano mediano (fallecido de tuberculosis) que venia de estudiar económicas y pretendía cambiar la gestión del patrimonio familiar.
Y en el medio de ambos púgiles la pobre viuda que aun era joven, y que se arrimaría a la sombra del ganador de esta disputa.
Mientras los familiares se apuñalaban unos a los otros para salir victoriosos, mi abuelo lloraba en silencio, sin que las lágrimas pudiesen brotar de su rostro, el no tenía por un lado derecho a nada, siendo ilegitimo y por otro lado una rabía inmensa le recorría su cuerpo, el haber tenido un padre ausente que conocía de su existencia pero no había movido un dedo para conocerlo o para ayudarlo a mejorar su situación o la de su madre, sino todo lo contrario, encima se había aprovechado de ambos teniéndolos como empleados pagándoles una miseria a cambio.
Tras la despedida, mi abuelo y su madre se dirigieron a la finca más cercana a la del señor Rogelio, decían que era un buen señor que pagaba mejor y se preocupaba de sus empleados, allí fueron a buscar trabajo, el cual consiguieron desde el primer día ya que el tenía fama de buen trabajador y mi bisabuela de gran cocinera.
Al mes aproximado de encontrarse en la nueva finca, un hombre pregunto por ellos, entonces tuvieron que ir a su encuentro, este hombre era el abogado del difunto Don Antonio. Este los estaba buscando porque tenían que ir a la ciudad a la lectura del testamento del finado junto con el resto de familiares. Como no eran gente que supiese de estos temas le preguntaron si era por alguna cosa mala, el los tranquilizó explicándoles lo que ese día allí iba a suceder, que un Notario leería las ultimas voluntades del fallecido en el cual repartiría sus bienes y de esta manera sabrían si ellos serían beneficiarios de alguna posesión o de ninguna.
A mi abuelo le parecía increíble que encima de no reconocerlo nunca como hijo le hiciese pasar por el bochorno del reparto, sin embargo, su madre era optimista y pensaba que aquel hombre del que se había enamorado les habría dejado al menos una finca pequeña junto a algo de dinero para poder empezar de cero con algo de ayuda. Pero siento deciros que ambos andaban errados, aunque uno más que otro.
Pasados los días de la espera, llegó el día de partir hacía la notaría, ambos llevaban sus mejores galas, vestidos de día de misa se presentaron ante el resto de convocados. Unos a los otros se miraban sin saber que hacían esos trabajadores allí, que clase de chiste era ese, que iba a pasar en la lectura, seguro que era una broma, pensaban para sí.
Instantes después se presentó el señor Notario que fue nombrando uno a uno a los presentes y acto seguido dijo que tenía una carta del fallecido que iba a proceder a leer antes del reparto.
Querida familia:
Antes de nada, se que no habréis sentido mucho mi pérdida, se firmemente que si estáis aquí es para saber a quien de vosotros he dejado mis posesiones, mi dinero, mis casas, mis fincas. Pues tendréis que esperar algo más para saberlo primero quiero contaros una historia.
Cuando yo tenía unos treinta años, acababa de enviudar de mi primera mujer, mi buena Rocío y apenado por su falta, me dejé convencer por unos jornaleros y amigos para ir a la fiesta de la Aceituna, era la primera vez que se hacía en el pueblo, y estaba llena de aceituneros y aceituneras que después de terminar la recolección de la aceituna estaban festejando. Yo me dejé llevar por su alegría y por una vez en mucho tiempo volví a sonreír en esta festividad.
Después de beber, comenzó a sonar la música y en ese momento me acerque a una joven muchacha y la saque a bailar, hablamos toda la noche hasta el día siguiente, pues la fiesta duró todo el día. Entre las conversaciones le di trabajo de aceitunera en mi finca, y al día siguiente se presentó allí a trabajar.
Durante las siguientes semanas nos hicimos inseparables ella me enseñó a diferenciar entre la Picudo, la Lechín de Sevilla o la Morisca, me enseño a conocer cada rincón del olivo, a amar los paisajes de color verde y tierra. A estar más pendiente de plagas que pudieran terminar con ellos, a hablar con mis trabajadores, a mejorar mi finca y al fin de cuentas mi vida. Con tanto sentimiento la pasión nos embriago y nos fusionamos en un solo ser. Éramos perfectos el uno para el otro, mientras nadie más se entrometió.
Cobarde fui Soledad, lo siento mucho debí ser más valiente, tenía que enfrentarme a mi familia por lo que teníamos y más aun cuando me dijiste que estabas embarazada en lugar de esto, metí la cabeza en los libros otra vez y me dejé guiar por quien no debía me fui de tu lado, volví casado con una mujer que nunca he querido ni ella a mi pero claro es de mi misma posición. Hoy os pido perdón mi Soledad y mi Antonio, hijo mío fui un cobarde no tengo perdón, pero me arrepiento y no sabes cuanto de todo el mal que os haya podido causar, por eso quiero que tu madre y tu seáis los herederos universales de mi patrimonio, ahora mismo mi abogado te dará un documento en el cual te reconozco como hijo y tienes total derecho de llevar si lo deseas oportuno tus apellidos que son los míos. Tu madre y tu sois lo único bueno que he tenido en la vida y por eso quiero daros todo lo que tengo y al resto de mi familia no voy a daros nada, no merecéis más.
Al terminar la carta, las caras de los allí presentes era indescriptible, entonces empezaron a amenazar con abogados e impugnación de testamento, ante esto el notario dijo que hicieran lo que quisieran pero que todo estaba bien atado y lo único que iban a hacer era gastar tiempo y dinero.
Mi abuelo a partir de entonces pasó a ser propietario de la finca entre otros bienes y ser el encargado de seguir con el legado familiar que le había dejado su padre, un peso enorme cayó sobre su espalda el de la saga familiar, el intentar seguir manteniendo el patrimonio perpetuar la estirpe para seguir con el legado. Por esto en mi familia hay tanta presión por mantener los olivos, ya que muchos son centenarios, ahora mismo mi padre es el encargado de seguir cuidando con mimo nuestra tierra, nuestros arboles cargados de sabiduría y de oro liquido.
Como hija mayor, yo seré la primera mujer al frente de todo legado familiar, que cuidaré con la máxima delicadeza posible, para que nuestros olivos lleguen a ver otros cien años más y de esta manera contribuiré a enseñarle la historia de cada marca a mis futuros descendientes enseñándole el valor de nuestra tierra y su riqueza pues sin ella nada sería posible.

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