
149. Layqakunapas en el olivar
En junio a ojos de buen mortal se observan infinidad de luces multicolores, que emigran de los árboles frondosos y añejos de los olivares, es el día de celebrar el fruto de la naturaleza. Las layqakunapas, pasean por sus alrededores como un día normal de paseo, sin que nadie sepa que es un homenaje, al sol que abriga y da vida a la cosecha, extraen los frutos, limpian y sabrosamente los muerden, hay letreros que prohíben, tocar los frutos, pero la seguridad, no saben que fueron encantados y no pueden ver la fiesta que se da, en el festín para succionar el fruto y el aceite.
Ashiqerina cuenta que este árbol vino de tierras extrañas, al ser plantado gemía de dolor, sus abuelas le contaron que Atnuneades y su consorte Zepigaaqu, se amaron hasta la muerte, que el Rey de las altas montañas envidiaba que Zepigaaqu, amará a ese hombre feo de físico, torpe y tartamudo, que lo hubiera despreciado, cuando él buscaba doncellas para su reinado. Ella no deseaba ser una más del montón, las reinas tienen linaje y ella hija de pobladores pobres, con fama de hechiceros. Si era bella muy bella, con mágicos ojos violeta, labios rosados, cabellos hasta el suelo de amarillo sol, manos ligeras para recoger el fruto de los cultivos, pies de pasos suaves como si no tocará la tierra, los vecinos cuentan que volaba,que se desplazaba a grandes distancias sin cansarse, que todos los árboles que sembraba daban gran cantidad de frutos, que la vieron abrazada a los troncos hablaba y reía, que susurraba cantos con música y en lengua desconocida.
Que más informe para el Rey que planear su trama y vengarse de Zepigaaqu, la cosecha iba muy bien, todos debían pagar los tributos, pero Atnuneades afirmaba que no le pagaban la venta, que sus ganancias estaban mermadas por el incumplimiento de los comerciantes. Que los tributos los podía cancelar cosechando las tierras reales.
–Qué bueno, caerán en mi ardid – sonreía el rey
–Dadle las tierras más áridas, en donde no fluya el agua, para que su esfuerzo de sembrío sea vano, que no crezca ninguna raíz o rama, el tiempo, antes de la lluvia– sonreía y carcajeaba con gran placer.
–¡Escándalo, escándalo! – la gente murmuraba la maldad del rey, todos sabían que esas tierras eran estériles, que no crecía, ni la hierba mala.
Atnuneades tenía fe y creía en su buena mano, que haría brotar agua del suelo y todo ese pasto seco, de tierra como pedregal se convertiría en un bosque de olivar, acompañado de vid, para la sed, manzanos, manzanilla y la infaltable Margarita, con su olor a frescura de campo.
–Mi bella flor, he aceptado el trato con los tribunos y laboraré la tierra del rey, con lo que pagaremos los tributos, descansaremos y tendremos nuestro hijo sin problemas económicos– tan alegre besaba su sombrero, agradeciendo su dicha al Dios pastoril
Con gran tristeza lo miraba, el oráculo, presagia fatalidad, pero se niega a pensar mal, ellos no hacen daño, tampoco participan de sus diversiones.
En el bosque las mujeres gozan, abrazan los árboles, trepan recogen el fruto
–Es verde y está inmenso, mira cuanto aceite – dice Fenaldipina
–Este es negra, la imagino en las mesas con cebolla, ají y su pan calientito– Ríe Feloponte
–Aquella tiene flor blanca de grato perfume– afirma Femoreta
–Estoy escogiendo las mejores hojas para nuestro mate o tecito, en el lonche– muestra Fezada
–Yo haré la corona para celebrar a nuestra reina de la cosecha y la paz, este año es próspero, en este bosque de San Isidro, como estarán los otros bosques de Tacna y Moquegua – con mirada de intriga, Fetepedez
Los guachimanes pasean, cuidando, no pueden ver la fiesta del Olivar de San Isidro, las luces de multicolores, vuelan junto con las aves, que pelean el fruto con las hermanas Ferfendadez, que con volantines y risas estruendosas, hacen rondas a los árboles más añosos, los besan, los aprisionan con sus delicadas manitas.
–¡Oh! Un hombre las puede ver– ¿Quién es?
Sorprendidas todas ellas se sientan en las bancas, esperando se retiré, sí las ha visto las ha seguido con sus miradas, ha movido su cabeza, cada vez que reíamos con escándalo, camina cerca a nosotros, se acerca, escuchamos sus pasos, está frente a nosotras
–¿Qué hacemos, huimos? – dice Fenaldipina
La mayor de ellas de tez pálida y rugosa, ojos cansados, cierra los ojos, no nos marcharemos, es nuestro tributo a nuestras raíces– con agresividad afirma Fetepedez
Esta frente a ellas, con su olor a madera caoba, con la sonrisa dibujada en sus bigotes
–No me las podía perder, otro año más, mágico, solo que está vez, no las puedo ver– cayeron sus lágrimas y sollozo
–Hace un año perdí la visión, pero nunca olvide que desde que era un niño, siempre venían a la fiesta del olivar, mi madre era una de ustedes, pero fue expulsada por enamorarse de un humano, común y tosco, somos pocos los que tenemos la dicha de disfrutar su alegría, que como mariposas vuelan entre los frutos, escogiendo lo mejor para la fiesta– soy Germain–
–Soy anciano, pronto partiré, mi última voluntad es que la pavesa, sea esparcida en este bosque, en que la esencia de mi madre, regrese al fruto de su clorofila–
– He gozado escuchando sus risas frescas, he recordado las estrellas del amor perdido, mi madre me contaba, cuando llegaron hace tanto tiempo por los años 1557, como siempre vienen para esta fecha, ha recoger los frutos– siguió llorando, las gotas caen por su rostro
– Madre Ferdinanda, narro que vinieron cien, que solo sobrevivieron tres, tras los largos seis meses de viaje en barco, cuando fueron plantados los olivos demoraron mucho en crecer, luego fueron frondosos, bellos y sus frutos se caían solos, así que los llevaron a otros lugares, donde crecieron tan rápido, formando grandes bosques, las seleccionaron en negras, verdes, pardas y todas las llamaron aceitunas, con su aceite, bañan los cabellos y preparan ensalada.
–Aquí en plena ciudad, con el caos, peleando con la civilización que todo quiere cementar, este lugarcito verde con tantos olivares, majestuosos y añosos, aún dan fruto a más de quinientos veintinueve años de su llegada a América, Colón las trajo en su segundo viaje, las sembró en una de las islas del caribe, pero esa historia deben saberla ustedes– seco su rostro
–Adiós bellas damas, no las puedo ver, pero siento su jolgorio–
Las FE se acercaron abrazaron, besaron–eres parte de nosotras, nuestro hermano perdido por conceptos antiguos, sabemos lo que sientes, digan lo que digan los ancestros, no te detuviste, estas con nosotras – dijo Ferfendadez
Los guachimanes miran a las mujeres abrazadas al anciano, la enfermera y su cuidador se acercan, con la silla de ruedas – señor Olivo, debemos volver está cambiando el clima, ya está enfriando – dijo Felicita enfermera vestida de turquesa y peinado en trenza
Todos sonríen allá va en su movilidad el señor Olivo, añoso como los árboles del Olivar.
Ashiqerina agita sus manos en símbolo de paso del tiempo, Atnuneades labra sus sembríos y al término, camina, recogiendo todos los sabores de la naturaleza hacia las tierras del rey. Pediré que me paguen con los cultivos y aminoraré los tributos, jocoso saltaba, olía y respiraba profundo, el olor de las plantas. Llego el momento sudo harto, agrieto sus manos, su gran nariz se enrojeció, por el exceso de polvo, copioso sudor en su frente, saborea la sal que emite, pasa su musculoso brazo, secando el agua, ya abrió la zanja, brota la bendecida agua, canta y baila, agradeciendo al Dios pastoril –¡gratias deo Ceres! ¡gratias, gratias!
A lo lejos es observado por los guardias del rey y por pobladores que odian, su buena suerte, están seguros que tiene pacto con algo maligno, pero no saben que o quien es.
Ya abrió las zanjas, esparció las semillas, los primeros brotes, vislumbran la luz, los días y noches, los rayos solares, pronto, los cultivos que planeo, ya perfuman la naturaleza, los insectos y aves alegran con sus vuelos. El cúmulo de piedras, extraídas ha formado un granero, un pozo, la casita de piedras mas grandes, ha hecho caminos, todo es tan verde, que nadie creería, que era un pedregal, desierto y sin vida.
Atnuneades se presentó a los tribunos, pronto iniciaré la cosecha, quiero que me permitan, recoger frutos para que coma la familia.
–Necesito ayuda, mi mujer y yo, no podemos hacer solos la cosecha– habla con seguridad
–Bien, bien, el rey decidirá quiénes entrarán a sus tierras – dijo el tribuno
Muy feliz regreso a su casita, conto a su esposa, ella le dio la sopa muy caliente y le beso, las manos hinchadas, con la piel ajada de tanta faena, durmieron bien abrazados soñando con su futuro,
Muy de noche abandona Zepigaaqu el lecho, prende la lumbre, se aleja a la montaña, en que se une el rio en tres vertientes y las palabras ¡Sucellus Lactanus! Reverencias de agradecimiento, esparce frutos, semillas, corta tres dedos, la sangre brota y la esparce, junto con las flores, se echa en la tierra, contorsiona su cuerpo, se para y danza en círculos, cantando en palabras indescifrables.
Se cosechó toda la producción el rey, llamo al súbdito para supuestamente, agradecer la producción y que la tierra infértil, la volviera productiva.
– Atnuneades, ¡Bienvenido a nuestro reino! Agradecemos tu servicio y el pago de la deuda, pero lamentablemente, lo han visto hacer pacto con fuerzas malignas, que labran la tierra, en horas de los demonios, por ello has sido acusado, te sentencio ha ser quemado en la hoguera, con el árbol más productivo que sembraste y que debe ser, el que da la fuerza, que no tiene ningún mortal, al anochecer del viernes, serás quemado en la hoguera… estas sentenciado–dijo el rey con voz fuerte.
–¡No, no, no! Yo he labrado con mi sudor, solo agradezco a Ceres…piedad mi rey, mi esposa es inocente, no pueden causar este mal, me niego a morir y abandonarla, no acepto su sentencia– vocifero con furia Atnuneades
Fue apresado y encerrado, la noticia corrió con rapidez, en la tarde Zepigaaqu, de rodillas, suplica clemencia para su esposo, jura que no son hechiceros, brujos, que no tienen pactos con fuerzas malignas.
–¿Recuerdas cuando me rechazaste? Juré vengarme y estoy cumpliendo mis palabras – sonríe el rey, mirándola con desprecio.
–Él es inocente, mi rey, lo que quiera de mí lo tendrá – solloza la esposa.
–Das asco, te imagino revolcándote con el hechicero, estas manchada –el rey con ojos de desaire, mueve la mano, para que se largue.
Esa misma tarde cortaron el árbol de olivo, el más grande y que más fruto dio, brota cantidad de aceite, por sus raíces, tan difícil de desprender de la tierra, cortaron un manzano y la vid, en pedregal que construyo como un parque para el descanso, colocaron el olivar, se aseguraron que ardería y consumiría al hechicero.
Atnuneades, amarrado al tronco, juraba no ser hechicero, todos los pobladores rodeaban, el castigo les causaba placer, era afortunado siempre en la cosecha y no conto cual era el secreto, la deducción si era un hechicero.
El rey da la orden de encender la fogata Zepigaaqu, clama pide clemencia, no es escuchada, la madera del olivar, se enciende con fuego multicolor de verdes a rojizos, los pies del labrador se encienden, grita –soy inocente– arde con fluidez, pronto ya es un fogón, la pira, consumía al inocente labrador.
Ella corre tratando de salvarlo, pero es inútil, él ya no contesta los gases lo intoxicaron
–te maldigo rey, esas tierras volverá a ser pedregal y tu reino morirá de hambre hasta extinguirse como hoy nos matas… !Maldito… malditooooo!
Ella, abrazada a su gran amor, sus cabellos de sol, arden– te juro que viviremos la eternidad, nuestro hijo vibra en mi vientre, seguiremos juntos la eternidad– entre sollozos Zepigaaqu.
Al amanecer solo quedaba cenizas de las tres vidas que cobro la envidia.
–La madre de Zepigaaqu, recoge las cenizas para esparcirla en la tierra donde crecen los árboles de olivo, para que vivan la eternidad.
–Su esencia quedo en los troncos y semillas, y ahora en tierras lejanas dan su fruto, por eso nosotras estamos de fiesta, celebremos el fruto bendecido– dice Ashiqerina.
Layqakunapas y las FE danzan, juegan recordando el amor, más allá de todo, la fiesta del olivo, el olivar, su fruto y su aceite, el mensaje de paz, prosperidad, las bellas encantadoras del olivar, cosechan los frondosos y añosos arbolitos.
* Layqakunapas = bruja, hechicera, veneradoras de los frutos.