
04. Peces & olivos…
Todo muta raro. El mundo que viene, después de la pandemia cruel que aqueja, nos comprime como a un bandoneón herido. Nos va sacando quejidos en distintas escalas. Desde lo físico hasta lo económico. Se pierden salud y empleos. El virus te roba el aire. Te exprime los pulmones, te aprieta como a una aceituna para jugo verde. Te sofoca feo. Si zafas, podrás contar el cuento, o estar listo para otro encuentro. Si te agarra fuerte, te saca del camino. Te irás con olvidos, sin olivos y con silencios que aturden. Ni la intemperie te acompaña. Te abandona hasta el desodorante…
Lejos de anclarnos en el deterioro que causa una pandemia, venimos a redactar los albores de las prácticas aprendidas en la academia del amor. Esas sí eran clases. No hay mayor posibilidad para salir de la pobreza, que simpatía y seducción. Son las proezas que se deben conocer para poder emerger y ser diferente. Lances oportunos…
Aconsejaba lindo el profesor Vicente Arquímedes Tadeo de la Universidad Popular de Wilde. Un gurú sabelotodo, a quien la historia le dio la oportunidad de enseñar en un aula estudiantil. Y él no desaprovechó la ocasión de trascender. Pegó un salto de calidad, involucrándose hasta el caracú, con la problemática educativa nocturna. El hombre enseñaba “electricidad del automóvil” y otras yerbas destacadas.
El tema de otras yerbas, merece la atención del lector. Porque era ahí dónde brillaba dando clases de autoestima. Preparaba especialmente a los que venían en falsa escuadra, muchachos buenos, frenados por la pobreza. Nosotros, señores predicando, los vamos a instruir en la solidez del pensamiento compartido. Basamento natural que solo se logra conjugando el verbo amar en todos sus tiempos. Impactaba el gurú del sur. Sugiriendo siempre tener un sponsor a mano, para costear las aventuras a vivir.
Conjugando verbos podemos preguntar: “Si yo te amo, y tú me amas, ¿por qué no nos amamos por donde meamos?” Pícaro y locuaz.
El escriba viajó hacia una ciudad del interior del noroeste bonaerense, para buscar el apoyo de fuerte empresario agroindustrial. Para poder desarrollar en la zona una escuela de “play boys”. Exclusiva en su tipo. El hombre, había incursionado en varias empresas exitosas y era un ser altruista. Bonachón, de los que ya no quedan. La escuela aportaría sabiduría, con soportes técnicos diferentes, a los muchachos atrevidos que buscaban afincarse en ciudades próximas. Un filón diferente eran los olivos que florecían alrededor de la Laguna del Chancho. Terrenos apetecibles…
Por plata baila el mono. Y el mono, lo sabía…
Habló el escriba con el Orlando Oliverio Olivos, el recordado “Amansador de Bayauca”. Entusiasmado, el hombre no solamente aportó dinero y cueros para afrontar la aventura. Se anotó como alumno junto a sus dos hijos varones. Adaptando, en su propio frigorífico, el aula de capacitación. Concurriendo a clases, como uno más. Alfombrando el camino de la solidaridad. Un capo, al que se lo recuerda siempre con cariño y admiración. Orlando Oliverio, un genio, padrino generoso y aceitoso…
El hombre jugaba fuerte en los casinos aledaños e intentaba obtener entre tantos desafíos, una tajada jugosa para poder comprar la Laguna del Chancho. Arquetipo de agua con diversos encantos. Ese era su máximo objetivo. Y le había apuntado todos sus cañones. Esa era la empresa que le posibilitaría salir nuevamente exitoso. Mientras veía crecer su monte de olivos. Apuesta a futuro. Negocio verde…
Ese espejo de agua cercano a la ruta 188, era su obsesión. Laguna suculenta, repleta de peces como la tararira. Ejemplares de carnes blancas, ricos en Omega 3. Carne para exportar. Ganancias sublimes. Cuna floja de papeles (nada que no pueda arreglarse), decían lenguas de doble filo que pertenecían a gente cercana al Cacique Pincén. Jefe indio de los ranqueles. Diestro por comandar malones en otros tiempos, que asolaban poblados y se llevaban todo. Había que obtener el dominio del territorio a toda costa. Un solar especial donde florecían los olivos…
El dueño del establecimiento agro industrial, intentaba por todos los medios adiestrar a un sobrino suyo, un tal Guidrobros. Para que estableciera contacto con mujeres en condiciones de heredar algunas leguas de tierra para trabajar. El campo será la salida. Sembraremos olivos. Montaremos una gran industria. Será un faro para el óleo-turismo. Una ruta verde. Picadas y puestos de venta ambulantes.
Yo aporto aceitunas de las buenas y usted, después las rellenas y las vende. Así se sale. Esa será su martingala. La producción, trabaje el verde. Una jugada eficaz para el muchacho. Intentaba proyectar al joven. Casar al delirante sobrino con una hacendada. Una poderosa heredera de buena madera con grandes extensiones de dominios. Y a una prenda, ya la tenían marcada. Solo faltaba el novio para hilvanar el vestido blanco…
Contaba el mandamás con una lista copiosa de gavilanes dispuestos para estos menesteres. Vivo y rápido el hombre, los fue invitando a participar para jugar en el mismo equipo. Desde el “goloso” Luigi Lionti, hasta el Mario Tosoni. Desde el ‘negro” Struzzi, hasta el “gasolero” Pereyra. Una línea de cuatro férrea y brava. Adelante, abriendo el camino de relaciones comerciales y embajadas itinerantes, el Joaquín Lionti, primer play boy acreditado. Gran catador de aceitunas negras. Hábil para encuentros furtivos. Un fugitivo del amor. Rápido como las liebres. Difícil seguirle el rastro. Un astro. Nave insignia del proyecto. Contaba, además, con el “mago” García, el galán de moda. Tipo irresistible (temblaban las chicas cuando lo veían manejar el sulky en el hipódromo, o tirando facha en la esquina de la Avenida 25 de mayo). Qué pintón. También manejaba un boliche bailable, “Tobías”, sótano con pista giratoria. Una paquetería fina, en la calle Massey. Además, entraban Orlando Oliverio Olivos y el Juanjo Uvineta. Para abrir el juego y los boliches. Y cómo nuevas estrellas jóvenes, se preparaban; Adrobros, y Dodobros, jugando para la dinastía Bros, al frente de los montes de olivos verdes. Apostando al futuro…
¡Qué equipo por favor! Temblaban los polistas adinerados. Estos eran bravos soldados.
Como marcando la cancha, Orlando, solicitó turno para visitar a una bruja india, experta en gualichos ranqueles, quien vivía en los fondos de La Laguna del Chancho.
Había que andar con cuidado por esa zona. Entonces, para proteger al aprendiz, conquistador de amores furtivos, debían trabajarlo. Para curarlo de esos noviazgos sibilinos. Había que “casoriarlo” con joven rica y estanciera…
La hechicera Aylen Rayen; curandera pampa, propuso bañar al tal Guidrobros, como sacrificio, en ritual oportuno, especial y verde. En una tinaja de árbol de eucaliptus, calado a mano y lleno con ramas de olivos, y un agregado de agua hirviente, creaban una pasta verdosa. De menor densidad que el aceite de oliva virgen. Pero engrasaba lindo. Un sobretodo de madera, sin tapa, natural pero tétrico. Debía pasar más de 48 horas en remojo el muchacho. Sujetado, sin escape. A la intemperie, sin ingerir alimento alguno. Era una penitencia. Un reto. Un fortalecimiento de espíritu. La acción causaba engrosamiento epidérmico, sostenía Aylen.
No lo van a traspasar las flechas de Cupido. Le quedará el cuero tirante, duro. Sale como almidonado, dijo la asesora. Lo va a enderezar. Éste, de noche, no sale más. Vaya tranquilo Orlando. El trabajo sirve, tiene garantía. Le va a fortificar el carozo…
Para no perder protagonismo, el escriba aceptó el reto. Es como un baño de cataforesis, pero con aceite verde. A puro campo. Sale como blindado. Aportó el profesor Tadeo, quien ya se había dado cita para dar las primeras charlas. El plan marchaba sobre rieles firmes. Tiempos de carnavales. Atentos.
Después de 48 horas, emergió Guidrobros de la tinaja, más arrugado que una pasa de uva. En vez de estar tirante, tiritaba de fiebre. No se haga problema, cuando se seque, queda impermeabilizado para los besos brujos. No lo van a agarrar fácil al mocito. Las únicas mujeres que pueden someterlo, son las sirenas del arenal. Pero como se vuelve para la ciudad, allá no abundan esos bichitos de luz…
Pagó el servicio el Amansador de Bayauca, sin chistar. Caro, pero el mejor… Y con los bolsillos vacíos pegaron la vuelta esperanzados. Con el sobrino blindado, preparado para entreveros mayores, volvieron para la ciudad del carnaval artesanal. Dos días durmió de corrido el mozo para prepararse mejor. Entero venía, debía saldar cuentas. Nada es gratis… Noches espectaculares, corsos, bailes, serpentinas. Salió empilchado como de costumbre y no lo vieron más. Se perdió una noche de sábado del boliche Bakos. Desapareció en acción, lo vieron alejarse con dama infartante. Enamorado del viento.
Al tercer día avisó el comisario de Los Toldos (ciudad cercana, 50 km). Se alistó en el frigorífico, avisando. Reclamando unos pesos extras, para sacarlo del Hospital Municipal, al caído en terapia en estado comatoso.
No ganaban ni para susto. Un desastre el de Wilde. Cosas de Mandinga. Todos los planes se derrumbaban como castillos de naipes. ¿Qué le pasó? Inquirió el tío Orlando. Tropecé con la Norita. Nos tomamos hasta la fiebre. Me llevaba de tiro de un boliche a otro. No podía decir que no. Era una linda hacendada. Hermosa criatura con fuertes inclinaciones etílicas. Pensé en los campos de olivos. Orlando se va a poner contento. Pero quedé tirado como una alpargata gastada, al salir del décimo boliche…
Ni me hable, que se me nubla la vista, dijo Orlando, enfurecido. Con lo que llevo invertido en sus locuras. Vamos ya, a reclamarle a la bruja india por el trabajo. Menos mal que tiene garantía. Me empaquetó. Le voy a tirar el rancho abajo, a talerazos limpios si no me devuelve lo pagado. El gualicho, no prendió. Prendió menos que un carozo de aceituna en una maceta. ¿Quién la tiró de las patas…? Falló feo… Vamos a reclamar la garantía, dijo enojado el Orlando Oliverio.
Y de un viaje, lo llevó de nuevo para el rancho de la hechicera. Vertiginosa Aylen, cuando escuchó el anuncio, le contestó al reclamante, que el trabajo de blindaje, era efectivo. Protegía el cuero. Pero no el garguero. (Boca y aparato digestivo) Estaba preparado para rechazar las flechas, pero no las ingestas raras. Rapidísima para garantizar el trabajo, logró conectarlos con Bibí, la golosa de las aceitunas negras. Descendiente de los habitantes originarios de la zona del Chanear, con papeles reales sobre el territorio acuoso. Y heredera de copioso monte de olivos. Una dama grandota, bien dotada. Dueña de una extensión generosa de tierras que contenían entre otros encantos, la Laguna del Chancho. Pajarito, gritó el Oliverio. Sale el negocio redondo. Si logramos casar al pibe con la gorda, nos quedamos con la torta de la Laguna. Venderemos tarariras a Europa y aceitunas. Cerremos el negocio, ya.
Ante la desesperación reinante exigió Guidrobros, como en la mancha, un pido. Necesito descansar dos días. Hay que evaluar bien el trámite para no fallar. De paso ganamos tiempo. Estudiemos porcentajes, ganancias. ¿Dónde está la mía? Quédese tranquilo, muchacho. Con la libreta en la mano, será el presidente de la empresa PECES & OLIVOS S.A..
Hablaremos con el profesor Tadeo, quien había aconsejado agarrar el mando de la Laguna del Chancho, para unirla con la Laguna de Gómez, en principio. Para tramitar ante la provincia de Buenos Aires, la Unión de la Lagunas Encadenadas del Oeste. Buscando una salida al mar, mediante una canalización a campo traviesa, una verdadera obra hidráulica que transformará el hábitat y la producción zonal. Además, terminaremos con todas las inundaciones. El canal aliviador será navegable. Haremos puertos pluviales. Nos ayudará firme el señor Juan Tito Reynal, (aguerrido polista) al mando de su empresa Lechiguanas. Son expertos en canalizar tierras. Ponen las máquinas al servicio de la encomienda de Wilde. Inviten al gobernador. El canal será protegido por un monte perimetral de olivos desde las dos bandas. Obtendremos aceitunas de sobra para prensar en las aceiteras zonales.…
Un gran negocio puede ponerse en marcha. Aumentarán las tierras sus valores. Es bueno el dato. Solo hay que concretarlo. Será un gran paso. Quedarán registrados en la historia Nacional e Internacional.
El profesor Vicente Arquímedes Tadeo no andaba con chiquitas: Alteraremos cursos de aguas, cambiaremos la dinámica productiva de la provincia. Será agro, ictícola, olivácea y exportadora. Exportaremos aceitunas. Pondremos una aceitera en cada puerto interno. En diez años, seremos potencia, afirmaba. Agua, aceituna y aceites. Un combo completo modificará nuestros bolsillos. Ganaremos mercados. Seremos ricos.
La escuela de play boys comenzaba a dar buenos frutos. No había sido un acto fallido confiar en esa compañía de audaces. Se venía un momento supremo. Oleo turismo… Atentos.
Festejaban a cuenta los integrantes del elenco estable de la escuela novedosa. Solo el aspirante a play boy del año, tenía fruncido el ceño. No era una cita a ciegas. Era una atadura ciega. No lo salvaba nadie. Se quería tomar el olivo, ya, desertar cuanto antes. A cara o cruz, por una encerrona brava. Arrugaba entrar en un mundo diferente.
Ya había tenido un fallido encuentro con una china rara perteneciente a la misma dinastía, que lo había revolcado feo. Temía. Este encuentro, lo tenía preocupado. No era un toco y me voy. Había que permanecer un tiempo enredado. Atado, como un matambre. O peor, como un salame quintero. En cualquier momento lo dejan colgado. Controlado por otra gente de costumbres desiguales. Corría serios riesgos…
Y para ser justo con la patriada, tenía que procrear… Para dejar un heredero capaz de manejar un imperio diferente. Se jugaban cosas importantes. Como el futuro económico de la Provincia de Buenos Aires. No solo personal, ni de los acompañantes, saldrían siendo poderosos empresarios de Puertos Internos. Se canalizaban variantes importantes. Era un salto ornamental hacia un despegue fuerte: Puertos, compuertas, olivos y turismo. Sueños verdes.
Temblaba el pibe. No llegaba a digerir semejante movida. ¿Y si buscaba un reemplazante? Si encaraba el trámite del casorio el profesor Tadeo. Perdería apoyos…
Podría zafar y gozar de ciertos beneficios; sin necesidad de quedar pegado. No estaba convencido de remontar semejante empresa. Menos un casamiento de ese tipo. Además, le había llamado la atención la reina que viajaba en un camello. Necesitaba un tiempo para encarnar una idea diferente…
Apurado por las circunstancias, el Amansador de Bayauca fue directo a los papeles. Aylén, la hechicera, se hizo madrina, celestina y accionista. Ya había cerrado el contrato con un porcentaje adjunto de las futuras ganancias que produjera la unión matrimonial. Lenta la mentalista, arrimó al titular de los campos con olivos.
Activado al mango, Orlando, sentenció firme. Y sin mediar, ordenó casorio con revisación médica urgente. Para afrontar los requerimientos que imponía la ley. Sin noviazgo, ni oportunidad de conocer a la consorte. Un trámite por poder. La salvación económica del equipo, aceleró la cosa…
Se conocerán en la noche de boda. Como en los cuentos de Hadas…
De un lado los originarios habitantes poseyentes de documentos pertinentes. Del otro lado, la fuerza negociadora del Orlando Oliverio y sus asesores. Un equipo para manejar y regular toda la masa hídrica de la Provincia de Buenos Aires. Un filón inesperado. Con escuelas de buceos y correos submarinos. Aportaban al pleno empleo de pleno. Un capo Tadeo. Saldrían desde la Laguna del Chancho, con su distinguida marinería de balsas con tambores cargados de aceitunas. Nunca había contado con tantos caudales económicos. Ahora, sumaría el recurso de las aguas. Había que encadenar las Encadenadas. Soñaban libres. Gastaban, a cuenta de la idea revolucionaria. Navegarían con el submarino a remos por la provincia. Por distintos canales. Felices aventureros, soñaban cambiar la matriz exportadora con aceiteras importantes. Navegaría por el Canal de Los Olivos, buscando una salida al mar…
Recuerdo ese día. La aspirante femenina había concurrido a la revisación pertinente, en el Hospital Municipal. Ya estaba terminando de auscultarla el doctor Granatto, que trabajaba atento sobre una espalda fornida, cuando el diablo metió la cola.
Sorprendido el doctor por el volumen de la futura consorte, la invitó a subirse a la báscula. Un movimiento inoportuno hizo que estallara el bretel del corpiño, quedando dos enormes cabezas de pibes al descubierto. La vista lo conmovió al facultativo. Fue un rayo de luz. Ya repuesto diagnosticó: Tetas ciegas. Agenesia alveolar doble… Urgente, visite al cirujano. Le faltan dos aceitunas…
Lo que para uno es malo, para otros es bueno. La imposibilidad de amamantar correctamente, fue el motivo de la deserción. No hubo tiempo para despedidas, de una patada en el culo, lo remontó el Amansador de Bayauca, al aprendiz de play boys, escurridizo. Enojado, Orlando Oliverio Olivo, mandó a cerrar la escuela. Y para reafirmar su descontento, vendió la planta frigorífica. Recaliente, el Amansador, abandonó esos sueños delirantes, para dedicarse a los olivos. Un visionario…Con la huida del aspirante, se cayeron los planes ictícolas y los movimientos hídricos. La comitiva restante, se evaporó rápidamente.
Tiempo después, se encontraron con el Orlando Oliverio. Se abrazaron fuerte. Rieron. Nosotros somos de la familia Berteta. Y ver unas tetas ciegas, es más feo que comer unos huevos fritos sin sal. Quise ayudarlo muchacho, tenderle un pial. Para que se quedara en el campo, cerquita mío. El camello tenía dueño. Llegamos tarde. Más no pude hacer para ayudarlo… Con el enojo, pude sacarme de encima a esa hechicera. Nunca me gustó su manejo. Menos la idea de una cita a ciegas. Le tengo miedo a la oscuridad. Y si es malo para mí, también lo era para usted. Zafamos. Nos divertirnos lindo. No hay reproches. Tal vez la provincia resultó ser la gran perdedora. No nos acompañaron a tejer esos sueños de crecimiento productivo. Fallan feo nuestros gobernantes. No son industriales. Qué ingenioso el profesor. Les debo un gran asado (No hubo tiempo. La muerte repentina torció el camino del encuentro).
Desde una habitación iluminada, el escriba narra su cuento. Recordando… Pandemia brava. Aumenta la pobreza. Nunca un guiño alentador tiran los políticos. Paz, pan, olivos con sueños y trabajo. Con eso sobra para poner manos en obras…